Hey,
¿Te has fijado en que si piensas en "webinar" automáticamente piensas en algo aburrido?
Es como cuando dicen "reunión de equipo".
O "formación obligatoria".
O "cena con los suegros".
Tu cerebro directamente se prepara para sufrir.
¿Pero por qué?
Los webinars deberían ser geniales.
Piénsalo: alguien que sabe de algo te enseña gratis durante una hora.
Debería ser como tu serie favorita, pero educativo.
Debería ser adictivo.
Pero no lo es.
Es un coñazo.
¿Por qué?
Porque el 95% están diseñados como una presentación de Avon de los años 80.
"Hola, soy Pau, y hoy os voy a enseñar..."
45 minutos de charla.
15 minutos de venta agresiva.
"Solo por hoy, solo para vosotros, precio especial..."
Es como ir a una cita y que el tío pase toda la cena hablando de lo guapo que es y al final te pida matrimonio.
¿El resultado?
La gente se conecta y a los 10 minutos está viendo TikTok.
O fingiendo problemas técnicos.
"Se me corta el audio, nos vemos."
Porque han entendido.
Han entendido que no van a aprender nada útil.
Pero existe una verdad simple que pocos entienden...
Y el viernes te la voy a revelar.
Junto con por qué algunos webinars venden como un heladero en verano.
Mientras otros no venden ni agua en una rave.
La diferencia no está en el producto.
Está en algo mucho más sutil.
—Javi
P.D.: Si alguna vez has organizado un webinar y has pensado "¿por qué no compra nadie?", el viernes entenderás exactamente qué hiciste mal.